Espejos de Agua

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El ojo de Escudero sabe andar sobre las aguas y las paredes, a tientas con el azar de las formas que estas superficies adquieren, reteniendo colores que la naturaleza les regala por un momento, como queriéndonos decir que sí, que la naturaleza, señores, ¡está por encima del arte!, y que sólo hay que tomarla, pero no como un avaro que tiende su sombrero ante las monedas de oro, sino deteniendo acertadamente la mirada allá donde las cadenas del color se posan, fugaces, sobre el agua, o perennes, sobre la piedra. El color adquiere una pátina que sólo la da el tiempo, embelleciendo, con el roce, con el fregamiento, estas superficies que ahora han sido captadas por la cámara, como con un juego de azar.

Las formas de la luz retozan con la naturaleza caprichosa del agua y como una pintura se posan suavemente en su superficie, un segundo, dos segundos casi imperceptibles al ojo humano, pero no a la cámara de Escudero. Aquí no sólo la naturaleza interviene. También la mano del hombre, con sus tipografías hechas reflejo, que se posan sobre las formas del agua, transfigurando la realidad. Desde su primera exposición, Espejos de agua, Escudero ha evolucionado de las ondulaciones del agua a la piedra que sustentan edificios, piedra vieja, que con la pátina del tiempo ha dado a los colores una calidad artística, que tiene que ver igualmente con la abstracción de la naturaleza que busca con su objetivo.

La naturaleza nos da el tiempo y nos lo quita, pero la luz, con sus colores y los matices de sus colores, se impone como una metáfora de la belleza, inmóvil ante la mirada del espectador y su inconsciente. Los que observamos estas fotografías, tenemos la angustiosa certeza que jamás hemos visto estas formas que los colores toman sobre el agua o la piedra, pero que sin embargo, el objetivo de Escudero, capaz de encontrarlos y retenerlos, nos está demostrando de manera simple, que la vida de un color puede durar apenas un segundo, tras el cual se desvanece, como se desvanece de nuestra memoria un aroma hasta que lo volvemos a oler. Esta naturaleza pintada o estos soportes patinados, como en toda obra de arte, sustentan lo subjetivo, lo personal y lo parcial, pero hemos de tener en cuenta, de recordar, que Escudero es quien capta el verdadero color, la verdadera pintura de lo natural, del reflejo y del paso del tiempo, y que ésta, está ahí, ahí mismo…y se puede aprehender de manera liviana, como la lluvia que moja casi sin querer.


Aitor Quiney